La salud desde el viejo paradigma: un delito estar sano

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Hernando Vanegas Toloza.












Nuestros antepasados vivían la vida saludablemente, en completa armonía con sus cuerpos, con sus comunidades, con la madre tierra y con el cosmos, y sólo ocasionalmente se enfermaban, y así, igualmente, ellos mismos se curaban. ¿De qué manera? De la manera más natural. Recurrían a plantas u otra forma que los ayudara a curarse. No necesitaban atiborrarse de medicamentos y en el peor de los casos se morían.

El chamán, mamo, mohan o noama, oggue, etc, ejercía las funciones de médico, pero también la de guía espiritual, autoridad gubernativa, consejero conyugal, etc, que junto al enfermo buscaba su armonización, es decir, buscaban juntos recuperar la armonía de la persona consigo misma, con su entorno y con el cosmos.

La concepción predominante no miraba la piel del cuerpo humano como una frontera que lo separaba de su entorno, de su sociedad ni del cosmos; por el contrario, su piel era otro “sentido” que lo mantenía en comunicación permanente con todos los demás seres vivos, con la madre tierra, con el aire, con el fuego, con el agua y con el cosmos, ya que la piel no es la frontera sino un borde semipermeable para líquidos y sólidos como las proteínas, pero absolutamente permeable a las radiaciones solares, las ondas electromagnéticas, al calor, a las ondas sonoras.

Con la primera globalización en el siglo XVII, en América fue destruída la forma de mirar la salud de nuestros antepasados y se implantó la visión del vencedor, el europeo. La implantación del paradigma cartesiano-newtoniano, especialmente a partir del siglo XIX, particularmente en las ciencias médicas ha llevado no sólo a la disociación cuerpo-mente, no sólo nos disecó en moléculas, órganos, aparatos y sistemas, sino que nos sumió en el mundo perturbador de convertir la salud en un problema eterno y sin solución.

Estar sano se convierte en mayor problema que estar enfermo. El modelo médico sanitario que nos implantaron, con toda su carga de verticalidad, de exclusión de las diferencias y de los diferentes, de predominio de la media estadística, de la homogeneización, trajo como otra consecuencia la destrucción del modelo médico sanitario indígena, y en el mejor de los casos su ocultamiento, su “enconchamiento” en espera de “épocas mejores”.

Con el desarrollo de la “ciencia” se principia a descubrir las enfermedades y se olvida el enfermo. Se prioriza en la enfermedad y no en el ser humano, iniciándose el proceso de deshumanización de la medicina y la mala humanización del médico. Se descubren más y más enfermedades, algunas de ellas a nivel molecular que aún no se han manifestado, pero con la mejoría de los sistemas de diagnóstico, ya estás enfermo, aún antes de que te manifiesta la enfermedad.

Con el desarrollo de los medios de diagnóstico podemos “predecir” midiendo el grosor del muslo de una persona y su espesor de grasa si en un “futuro” presentará Diabetes, en más o menos diez años, dizque con el propósito de prevenirla. Para tal fin, ya esa persona, que aún no es diabética debe comenzar un régimen dietético y medicamentoso como si YA realmente lo fuera. Con tal “predicción”, esa persona sana en este momento, ya está enferma porque le ‘diagnosticaron’ una enfermedad que le aparecerá dentro de 10 ó 15 años.

Tal persona ha sido ya medicalizada, ha sido “diagnosticada” y de ahí en adelante será un enfermo que recibirá tratamiento, aún sin-que la enfermedad se le haya manifestado! No se vé a la persona en su totalidad, en su integralidad, en su interrelación consigo mismo, con sus semejantes, con su medio, y se le califica de “potencialmente enfermo de diabetes”, y como para el modelo médico imperante la salud es un estado, entonces ya estás diabético.

Se olvidan de las probabilidades, y por ende de los procesos, y se convierte todo en la media aritmética, dejan de lado lo que el Dr. Payán llama “el a veces y el depende” para buscar la certidumbre del diagnóstico, así ese diagnóstico vaya a ocurrir dentro de 10 ó 15 años. Porque en el juego de las probabilidades “a veces” es posible que esa persona se muera en un accidente automovilístico o porque se tragó una espina, o porque presente un choque anafiláctico, o por cualquier otra causa, antes de que desarrolle la enfermedad diagnosticada, o puede que se muera viejita de otra causa o de muerte “natural”, sin que haya manifestado esa enfermedad.

Olvidan que el ser humano es una estructura, u organismo, autopoiética disipativa, en cambio permanente, que define por sí mismo que “impulsos” o “encuentros” o “desencuentros” desencadenan en su organismo un quiebre autopoiético una vez llegado a un punto de bifurcación.

Cabe preguntarse: ¿A quién favorece tal modelo? Es claro que no favorece a la persona, al ser humano. Con el desarrollo del capitalismo, tal modelo favorece a las grandes compañías que han convertido la enfermedad en su negocio capital, compañías farmacéuticas que han impuesto el “estar enfermo” como lo normal en la sociedad, y lógicamente, todo enfermo tiene que ser medicado necesariamente, es decir, recetado con los medicamentos que tales compañías producen y expenden en todo el mundo aún a costa de la salud de millones de personas que padecen sus “efectos colaterales”.

Es conocido que el informe Flexner de 1910 fue financiado por las grandes compañías farmacéuticas que necesitaban sacar la homeopatía del mercado médico sanitario estadounidense y mundial. Una vez logrado esto, comenzaron a reinar y satanizaban todo lo que no fuera “científico”. Y científico era todo aquello que podían reproducir en estudios de laboratorio que confirmaban que tal o cual principio activo servía para tal enfermedad, publicados en revistas médicas de gran prestigio mundial y cero ética, sin importar que los “efectos colaterales”, como los “daños colaterales” en la guerra, pudieran ser –y de hecho los eran- más desastrosos que la enfermedad, y sin importar la manipulación de resultados para demostrar que el medicamento sí servía para tal o cual enfermedad.

Se cambiaba entonces un problema por otro problema, pero lo importante era que el ser humano seguía “medicalizado”. Pasaba de una enfermedad a otra por acción de los medicamentos, cambiaba por ejemplo el dolor de la artritis por la úlcera gástrica producida por los medicamentos antiartríticos, cambiaba el dolor de la artritis por el infarto de miocardio por el VIOXX, o la impotencia por problemas cardiovasculares, o la depresión por el suicidio. Y así nos meten en la rueda sin fin de la medicalización al punto que algunos autores plantean que no hay persona en el mundo que muera sin haber tomado medicamentos.

En este orden de ideas, propender por la salud de un ser humano, de una comunidad, deviene en actividad subversiva, en delito punible, ya que estar sano es contrario al modelo de mercado médico-sanitario imperante, y luchar por vivir saludablemente es sospechoso para los detentadores del poder que luchan denodadamente por evitar la creación-de-nuevas-visiones y la creación-de-nuevos-mundos.

Las anteriores reflexiones se encuentran en la Introducción al libro “La salud desde la Dimensión Autopoiética” de Hernando Vanegas Toloza. Hoy nos llega el llamado de atención que hace Miguel Jara en el diario El Tiempo:

"Investigación alerta sobre estrategias de industria farmacéutica para aumentar consumo de medicinas

Fueron señaladas por Miguel Jara, escritor y periodista español, tras siete años de indagaciones en torno a los intereses de los laboratorios.

Parte de sus hallazgos fueron recogidos en el libro 'Traficantes de salud: cómo nos venden medicamentos peligrosos y juegan con la enfermedad', en el que saca a la luz información sobre este tema, que pasa inadvertida para la mayoría.

Jara, quien recientemente visitó el país junto con Teresa Alves, directora de la ONG de consumidores Health Action International (HAI), de Europa, hace parte de un creciente movimiento crítico que en el mundo empieza a exigir mayor responsabilidad de la industria, de las agencias regulatorias y de los medios de comunicación.

Según Jara y Alves, para mantener un nivel creciente de ventas, utilizan algunas de estas medidas:

Fabricación de enfermedades

Convierten situaciones normales e incluso factores de riesgo en patologías que deben ser tratadas. Esta tesis es compartida por otros investigadores, como el australiano Ray Moyniham (editor invitado del British Medical Journal), y el autor alemán Jörg Blech.

En el libro 'Los Inventores de enfermedades, Blech asegura que se crean enfermedades para vender tratamientos al: convertir un proceso normal en un problema médico (la caída del pelo), difundir problemas personales y sociales como alteración de la salud (un desánimo pasajero es depresión), elevar un riesgo a condición de enfermedad (el obsesivo control del colesterol), promover síntomas poco frecuentes como epidemias (disfunción eréctil y disfunción sexual femenina), y transformar síntomas leves en señal de enfermedad grave: colon irritable.

Los autores mencionan síntomas que se tratan como enfermedades sin serlo: menopausia, estrés, tabaquismo, osteoporosis, sobrepeso...

Medicamentos viejos como nuevos

Alves asegura que una evaluación hecha hace dos años por La Revue Prescrire de 3.335 medicamentos nuevos encontró que solo 10 eran realmente innovadores. 2.301 de ellos (el 69 por ciento) no tenían nada nuevo. "Los laboratorios toman las moléculas cuyas patentes están por vencerse, les hacen pequeñas modificaciones y las registran como nuevas". Un ejemplo es la levocetirizina, para tratar urticarias y alergias; lleva 50 años en el mercado.

Publicidad disfrazada de enseñanza médica


Alves sostiene que la industria es la gran patrocinadora de los eventos y congresos de formación médica en el mundo. En estos escenarios los laboratorios instruyen a los médicos sobre sus medicamentos y promueven la generación de protocolos de atención que privilegian el uso de sus moléculas. Marcia Angell, sostiene en su libro 'La verdad acerca de la industria farmacéutica', que "esa enseñanza sale del presupuesto para publicidad de las compañías. Eso debería darnos una idea de lo que finalmente ocurre".

Fábrica de pacientes

Jara sostiene que muchas asociaciones de enfermos son creadas por farmacéuticas para asegurar que los pacientes tengan información de sus productos. "Es común que estos colectivos presionen ante los Estados la inclusión de fármacos (en planes de salud) y la autorización de registros sanitarios". Da como ejemplo: la web de roncadores anónimos y su enlace con medicafharma.com, que vende sus medicamentos on line.
Poner a la gente, con ayuda de los medios, a hablar de determinadas enfermedades

Parte importante de los estudios epidemiológicos que se hacen en el mundo son financiados y orientados por la industria.

"Los resultados, que se divulgan en medios masivos, suelen ser utilizados para crear en la gente preocupación en torno a patologías y promover tratamientos con sus moléculas", afirma Jara.

Los medicamentos son útiles, pero no en extremo


"Los medicamentos son, sin duda alguna, útiles para la humanidad. Pero estamos viviendo en una sociedad que empuja a la gente a consumirlos en exceso, en lugar de promover la adopción de estilos de vida saludables. La consigna es: para cada enfermedad y para cada síntoma, una pastilla. Eso ha llevado a la gente a sobremedicarse, sin medir las consecuencias", dice Jara.

Alves afirma que a pesar de las grandes ganancias de la industria (se estima que las ventas totales en el planeta alcanzan los 745.000 millones de dólares al año), esta pasa por una fuerte crisis, dada por factores como el vencimiento de patentes de medicamentos muy rentables, el menor hallazgo de nuevas moléculas y la imposibilidad de hacer publicidad directa para vender sus productos.

La pérdida de credibilidad es otra causa: decenas de estudios han desatado, en la última década, toda clase de escándalos, tras comprobarse que medicamentos promovidos y vendidos como la panacea de la seguridad y la eficacia, causan efectos secundarios graves que, incluso, pueden llevar a la muerte a sus usuarios.

"Para la historia quedan casos lamentables como el del antiinflamatorio Vioxx, cuyo uso continuado elevaba los riesgos de infartos y accidentes cerebrovasculares; la talidomina, sedante que a fines de los años 50 provocó miles de malformaciones fetales y aún es blanco de reclamos; el Agreal para la menopausia, que generaba trastornos del sistema nervioso; el Lipobay para el colesterol, que causó la muerte de pacientes, y los antidepresivos de mayor uso, cuya eficacia hoy está en duda. Solo en el 2005, 305 mil estadounidenses sufrieron los efectos adversos de medicamentos", asegura Jara.

Industria y sector médico reaccionan a la investigación


"Los fármacos aportan mucho a la salud, pero en Colombia hay vicios que afectan a la industria. Se prolongan patentes y hay grupos de pacientes al servicio de los laboratorios. Hay médicos buenos e independientes, pero hay otros comprometidos con la industria para promover marcas. Incluso llegan a presionar a pacientes para que exijan la entrega de determinados fármacos": Alberto Bravo Borda, Presidente de Asinfar (industria farmacéutica nacional).

"El modelo de mercado actual exige estar alerta por la manipulación de la información psesudocientífica que se divulga, incluso, en revistas de seriedad reconocida. Ahora los médicos estamos obligados a exponer nuestros conflictos de intereses en todos nuestros actos, para así garantizar credibilidad ante la comunidad y principalmente ante nuestros pacientes": Jaime Calderón, Presidente Sociedad Colombiana de Cardiología.

"Estos autores tienen una mirada fundamentalista, llevada a extremos. ¿Por qué no dar medicamentos, si mejoran la calidad de vida? La industria es más segura cada día y cuenta con evaluaciones serias y códigos éticos estrictos. La relación con los médicos es necesaria, ambas partes, de la mano, están en capacidad de hacer avanzar la ciencia": Francisco de Paula Gómez, presidente de Afidro (empresas multinacionales).

¿Qué pueden hacer los consumidores?
• Cada persona conoce su cuerpo, por tanto debe evitar el consumo innecesario de medicamentos.
• Ningún medicamento es inocuo: así como benefician, pueden causar daños.
• Racionalice el uso: tomar más medicamentos no lo hará más sano.
• Los efectos de los fármacos no son homogéneos: su efecto varía de un organismo a otro.
• No quedarse callado: si siente que una medicina le causa demasiadas molestias, consúltelo con su médico.
• Tener toda la información posible: cuando el médico le formule algo, pregúntele todo lo que se le ocurra sobre el fármaco.

CARLOS F. FERNÁNDEZ
SONIA PERILLA SANTAMARÍA
REDACCIÓN SALUD – El Tiempo 30 junio 2006"

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